martes, 4 de octubre de 2011


Me acarició con deseo y noté que lo que estaba viendo le gustaba. Recobré la seguridad y volví a excitarme como al principio. Tuve la tentación de tumbarme en el sofá, pero me retuvo sentada y me invitó a levantar la cabeza para ver cómo, arrodillado ante mí, se deslizaba con su boca desde mis pechos hacia abajo. Muy despacio, muy suave, muy seguro. Mientras bajaba, no apartaba su mirada de la mía y mi excitación se convirtió casi en histérica cuando sus labios y su lengua se metieron por el interior de mis muslos. Desde ese momento, y hasta el final, no se me ocurre otra manera de describir nuestra relación sexual como la mejor que he tenido en toda mi vida. Que yo recuerde.


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